EL TRABAJO EN VARIOS GÉNEROS

Nicolás Melini



Fragmento del texto leído en Casablanca, Marruecos, en noviembre de 2007, durante la presentación del volumen Jawlatu al Armala, selección de cuentos y poemas de Antón Castro y Nicolás Melini traducidos al árabe por el hispanista marroquí Hassan Boutaka.

Desde muy pronto comprendí que sería como escritor aquello que me gustaba leer. Si me gustaba leer novela corta escribiría novela corta. Si me gustaba leer cuentos, escribiría cuentos. Si poesía, poesía. Tal vez por ello me cuesta tanto leer géneros que no escribo. Porque los que escribo son los que me gusta leer y porque me da un miedo terrible engancharme con el ensayo, el teatro, la novela histórica, y tener que ponerme a practicarlos también. Así que dentro de la dispersión que supone practicar tres géneros literarios, podría decirse que me he especializado. En poesía, cuento y novela corta, pero también en guión cinematográfico, y en dirigir por ahora cortometrajes. Cometí el error de ver cine, estudiar cine, leer cine, y con ello vino la necesidad de hacerlo.

La especialización dicta que un hombre sólo puede ser una cosa. O al menos como una sola cosa lo van a percibir sus semejantes. En mi caso, algunos han resuelto el problema definiéndome como “escritor y cineasta”, nada menos. Aún así, practicar tres géneros literarios y algunos cinematográficos, en términos de difusión de lo que uno hace, no es algo fácil de etiquetar (ni siquiera con una etiqueta tan amplia). No resulta sencillo evitar que el público perciba que eres alguien que hace muchas cosas pero no desarrolla en profundidad ninguna de ellas. Esto es, escribes cuentos pero no eres cuentista; escribes poemas pero no eres poeta; novela pero no eres novelista; diriges cortos cuando deberías centrarte en la literatura o escribes literatura cuando deberías concentrarte en hacer películas. Así que, supongo, aquí hay un ser que “hace” muchas cosas pero no “es” nada. Una indefinición que finalmente se me antoja un paraíso para alguien que pelea la especificidad de sus cosas tratando de situarse a una cierta distancia de prácticamente todo.

Es probable que tarde o temprano uno de los géneros se destaque por encima de los otros, aunque sospecho que esto no se deberá a una voluntad mía. Entonces tal vez me convierta en un novelista que escribe poesía –¿Roberto Bolaño?—, en un escritor que hace cine –¿Paul Auster?—, en un cineasta que escribe –¿Fernán Gómez?—, o cualquier otra cosa.

Aunque este momento no ha llegado, confieso que la idea me inquieta. No ser lo que hago sino lo que “funciona” de lo que hago (entendiéndose por “funcionar” recibir mayor atención, encontrar un sitio más relevante en el mercado, o similares). Pero como creo que nada de ello depende de mí y de mi trabajo, no le voy a dedicar ni un segundo más en esta charla, y espero tener la habilidad mental necesaria para no preocuparme por el asunto o hacerlo lo menos posible en adelante.

Yo ahora mismo, en cuanto a géneros, ando empatado. He publicado dos poemarios, dos libros de cuentos y dos novelas cortas. Y como director he estrenado exactamente dos cortometrajes. Y puedo prometer que en cuanto estrene el tercer corto publicaré mi tercer poemario, y le seguirán mi tercer libro de cuentos y mi tercera novela (probablemente igual de corta que las anteriores). Supongo que es coincidencia. O una cuestión de ritmo. No lo sé, pero así se ha dado. Siempre ando trabajando en varias cosas y nunca pertenecen al mismo género. Trabajar en dos novelas al mismo tiempo, por ejemplo –o en dos libros de cuentos—, me resultaría muy extraño. Pero hacerlo así, no.

Cuando escribo novela me siento novelista por un tiempo. Y lo mismo si poesía o cuento. No es que me vuelva poeta para escribir poemas, sino, más bien, surge la necesidad de escribir poesía y me instalo en ella; como me instalo en la necesidad de escribir cuentos o novelas. Además, lo hago respondiendo siempre a un mismo impulso creador. No dejo de ser el hombre que escribe poemas para ser el hombre que practica cualquiera de los otros géneros, sino que soy el mismo hombre “contando la historia de un hombre” (Saroyan) que se expresa escribiendo poesía, cuento, novela.

Un hombre y una sola mirada.

No podría inventarme un poeta distinto del narrador que soy. Ese fue mi más feliz hallazgo: encontrar un lugar desde el que puedo ser el mismo escribiendo esos tres géneros, sin necesidad de impostarme. Es un magisterio que tomé del Raymond Carver que se enfrenta de igual modo a los poemas de Bajo una luz marina que a los cuentos de Catedral; del Juan Rulfo que despliega el mismo misterioso mundo en Pedro Páramo (novela), El llano en llamas (cuentos), o su impagable fotografía; o del Charles Bukowski que practica los mismos tres géneros (poesía, cuento, novela) en una coherente solución de continuidad.

Además, en mi caso no puedo evitar establecer sutiles vasos comunicantes entre las obras de distintos géneros. Un cortometraje mío puede reverberar en un libro de cuentos mío, en un poemario mío, en una novela mía. Se establece así una suerte de estructura en puzle entre obras de distintos géneros. Pero también entre esas obras de distintos géneros y mi propia vida.

Podría decirse, pues, que (en mi caso),

un puzle se mueve.